
Ilustra esta entrada la portada del herbario de mi abuelo. Su vida fue corta, falleció en 1934, a los cuarenta y tantos años cuando mi padre tenía sólo diez, pero influyó lo suficiente en la vida de mi padre para hacerlo también en la mía, aunque yo haya nacido veinticuatro años después de su muerte.
Para mí, conservar este herbario tiene un significado que es, ni más ni menos que el que yo quiera darle. Como la vida misma. Podría llevarlo y depositarlo para su conservación en el herbario de la Universidad, pero prefiero guardarlo cerca y darle, si es posible, otras utilidades. Si se quiere, tenerlo como fuente de inspiración.
Aunque, como digo, no conocí a mi abuelo, sospecho que su vida se vincula a la mía y se relaciona con ella de mil maneras que la Biología no me ha explicado y que, por el camino que lleva, nunca me explicará. Si dejamos la explicación de la vida únicamente en manos de los biólogos, entonces la vida se deteriorará e irá perdiendo significados. Experimentar con la vida puede contener estos riesgos. Admitir que la vida tiene una definición en términos biológicos es contribuir a su empequeñecimiento.
¿Por dónde empezar, entonces, el debate acerca de la vida?. Por dos sitios, que como veremos pronto convergen en el mismo: El primero y más importante, por cada uno de nosotros como quien tiene esa experiencia directa de la vida. El segundo, que como veremos es el mismo, la filosofía.
Los comentarios de los alumnos de 4to "B" Bachilleres Valle de Orizaba, de Orizaba, Veracruz, México (Ing. Ramón Antonio Aragón Mladosich) demuestran que ese es el camino por el que podemos andar con más certidumbre. ¡Gracias de nuevo!.